La decisión de Eric por morir el mismo día en que nació, y
cada uno de los detalles que rodearían y antecederían a su deceso, así como el
proceso personal y familiar por el que atravesó una vez tomada la fatal
determinación, quedaron inscritos en "El suicidio de un hombre
feliz", un recuento íntimo de sus últimos 13 meses de vida.
Una vez convertido en su
principal pasión, el suicidio se volvió también la trama de su propia obra
personal, según se asienta en las anotaciones hechas un día previo a su
partida: "Mi existencia fue como vivir mi propia novela, en lugar de sólo
escribirla".
Contrario a lo que podría pensarse, el proyecto mortuorio
estuvo exento de angustia; más que eso, Eric afirma el 26 de febrero de este
año: "He comenzado a valorar cada detalle que por última vez viviré",
y el 2 de marzo: "lo que busco es felicidad ligada a espiritualidad y
elevación o superación. Vivo para ser feliz y soy feliz para morir".
Sólo la penosa tarea de lidiar con la tristeza y el
desconcierto de sus padres y hermanos, que estaban al tanto de sus planes,
causaba en Eric cierto remordimiento; "Me doy cuenta que mi familia es lo
más preciado que tengo tal vez me duela dejarlos el día de mi
partida", escribió el 16 de enero.
El 22 de enero, el joven decide que sea el pentobarbital su
canal hacia el más allá, por considerar que dicha sustancia le proporcionará
una muerte dulce y sin dolor.
Luego de emprender viajes a diversas partes de la República,
vivir algunas semanas como ermitaño, meditar, despedirse paulatinamente de
amigos, parientes y aficiones, y deshacerse de la mayor parte de sus pertenencias,
Eric inicia su éxodo final, y para ello elige el estado de Oaxaca.
El 27 de septiembre por la noche, parte en autobús a la
capital oaxaqueña con 15 mil pesos, mochila, guitarra y con la certeza de que
"la muerte está cerca y voy a recibirla con la mente serena y el espíritu
resplandeciente".
El 2 de octubre llega a Puerto Escondido, y luego de pasar
dos días frente al mar, parte hacia su último destino: Bahías de Huatulco,
sitio que considera "ideal para morir".
A unas cuantas horas de su partida, Eric escribe: "Esta
es mi última noche, la última vez que contemplo a la luna resplandeciente y las
estrellas".
A la mañana siguiente, en el día decisivo (6 de octubre), el
diario registra; "(es) la última vez que abro los ojos; la próxima en que
los cierre, será para siempre".
Son las cinco de la tarde, Eric se ubica en el balcón de la
habitación, mira el océano, el viento golpea, generoso, su rostro afable;
poseído por una plenitud desbordante, mira complacido su alrededor y se dice
listo para emprender el vuelo: "Me marcharé junto con el sol, y mientras
él, sólo se oculta, mi luz se extinguirá para siempre".
"Moriré frente al mar con una vista espectacular,
vestido de blanco, mis libros sobre la mesa el sonido de las olas como
fondo".
15 minutos después, cuando el pentobarbital empieza a hacer
sus primeros efectos, Eric cavila sus últimos pensamientos: "¿Es un final
feliz o un final trágico?", y se responde con la certeza que da la
cercanía con lo infinito: "Estos últimos meses de mi vida han sido de pura
y completa felicidad. Entonces... ¡Sí, es un final feliz!"
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